Tarjeta débito de mi novia
No recuerdo como llegó a mi billetera. Una conversación de vé tú, no vé tú, que seguro perdí. Después la metí entre los demás papeles y ahí se fue quedando en medio de mis otras cosas así como sus caderas que me encuentro tibias en la mañana y sus rezongaderas porque trato de rellenarla como a un pavo de Navidad (pesa 42 kilos). La tarjeta está ahí, sirve para apagar de vez en cuando algún incendio relacionado con el agua o el mercado, pero sobre todo para recordarme que eso del machismo pasó de moda. Yo soy el que hace los mandados.
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