jueves, 15 de octubre de 2009

A la caza del sancocho de gallina

Eran las 2:30 de la tarde, había perdido ya del todo la esperanza de comerme un auténtico sancocho de gallina vallecaucano y me senté desconsolado en un pequeño restaurante de la quinta. ¿Qué tiene de almuerzo? Sopa de Moneditas. Mmmmm. ¿No le gusta la sopa de moneditas? No es eso, es que no soy de acá y quería comerme un sancocho de gallina. Mmmmm, por acá sólo hacen los domingos... a no ser que... ¿Que qué? Que vaya a la galería, allá siempre hay.
En Cali hay siete galerías, algunas realmente tenebrosas, pero hay una cerca del centro, cerca de donde estaba. Así que agradecí y partí hacia Alameda, el barrio donde estaba la plaza.
Llegué como 15 minutos después. Ante mi había una galería bastante bien cuidada, con sector de restaurantes abierto. Con poyos enchapados en blanco y silla a lado y lado. Había cerca de seis restaurantes. El hombre de las moneditas de plátano me había recomendado un sitio llamado Patolin (así sin tilde), allá llegué.
Un sancocho de gallina, por favor. ¿Con gallina? Sí, claro.
Lo primero fue un plato hondo lleno hasta el borde, caliente, con cilantro fresco picado por encima, adentro flotaban la papa, el plátano y la yuca. Iba por la mitad pensando en cómo haría para comerme toda esa cantidad de delicioso sancocho cuando llegó la bandeja.

Bandeja: Una pechuga y un ala de gallina en un salsa de caldo, tomate y cebolla (o sea como medio pollo) arroz (demasiado) ensalada (abundante) Patacón (grande y crujiente).

De verla no más, quedé lleno. Terminé, a duras penas, la sopa. Y me quedé mirando la bandeja como una tarea irrealizable. Decidí entonces probar un poco de la gallina para confirmar por qué no me gusta. Quité el cuero con dificultad porque estaba bien pegado, corté un pedazo de pechuga y me lo llevé a la boca. La pechuga es una presa difícil de sazonar completa. Es muy seca, muy sin gracia. Sin embargo esta estaba casi jugosa, con consistencia pero no dura, era, en pocas palabras, la mejor pechuga que he comido en mi vida. Así que lleno, como estaba, empecé a atacar la gallina, despacio, saboreándola untándola en esa deliciosa salsa criolla, así llegué al arroz, blanco, separado, con gracia, sin gritar, suave y buen acompañante, como nos gusta muchos que sea el arroz. Decidí que era ya demasiado y que sólo probaría, para efectos de esta crónica, el patacón y la ensalada. Pero el diablo es puerco y el patacón estaba crocante, de plátano bien verde, bañado en jugo de limón antes de ser fritado. Y la ensalada, la ensalada, era fina, delicada, con limón y aceite común para hacer la vinagreta, pero bien hecha, sutil y fresca en medio de este calor de los mil demonios.
Acabé con todo. Acompañado de una deliciosa jarra de limonada (tres vasos). Sentí deseos de levantarme y aplaudirme, pero no podía. No pude hasta 40 minutos después, cuando me levanté orgulloso de haber logrado la caza del sancocho de gallina.

4 comentarios:

Juan Mauricio Peña dijo...

Qué buena historia parce. Cuando dijo que no iba a ser capaz de comerse todo eso me dio pereza seguir leyendo, no sé por qué las personas que comen poco siempre me han parecido apocadas, débiles, cobardes. Pero estuvo muy bien terminar de "leer" semejante almuerzo, me dejó con hambre. Supongo que este sancocho le terminó dando material para una historia que seguro vivió más tarde, y que callará para tranquilidad del buen gusto y la decencia.

Mónica Palacios dijo...

Chévere la columna de la derecha "Los cinco más"... me imagino que te inspiró Nick Hornby.
Y me gustan también estas crónicas caleñas. Ésta en particular me recordó un sitio en Medellín, se llamaba o le decían Donde Rosa (es que no sé si es el nombre real porque mis amigos siempre continuaban después del nombre con "... la manga con el culo", todavía no sé cómo se llamaba). Era un lugar en el que paraban a comer los camioneros que venían de viaje y entraban de madrugada a la ciudad, no era realmente un lugar sino una manga en la que ponían unos tablones largos y sillas rimax, nosotros rematábamos allá muchas fiestas, porque ¿dónde más se consigue un sancocho a las 4 de la mañana?, pero también había cerveza y aguardiente. El caso es que la presentación del sancocho que describís me recordó al de allá, pero con variaciones, en éste la gallina viene dentro del plato de sopa, parece que se estuviera ahogando y se quisiera escapar de ahí, el seco traía lo mismo y en similares cantidades.
Las crónicas gastronómicas también me recuerdan un programa que hizo Señal Colombia hace muchos años, antes de Anthony Bourdain, creo, se llamaba "Sabor a ti" y era algo como lo que estás contando desde Cali, pero este tipo probaba platos típicos de diferentes regiones de Colombia, una maravilla de trabajo.

Jose F dijo...

Magnífico, Carlos A.
¿'Quiubo' del champús?

outdoor hunting equipment dijo...

Un sancocho de gallina, por favor. ¿Con gallina? Sí, claro.
Lo primero fue un plato hondo lleno hasta el borde, caliente, con cilantro fresco picado por encima, adentro flotaban la papa, el plátano y la yuca. Iba por la mitad pensando en cómo haría para comerme toda esa cantidad de delicioso sancocho cuando llegó la bandeja.

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